La Cuarta Transformación
Wenceslao
Vargas Márquez
El
nuevo gobierno federal que felizmente da término al sexenio de pesadilla PRI 2012-2018
se asume como un gobierno que encabezará una Cuarta Transformación nacional, la
4T, e inaugurará un nuevo régimen.
El
presidente López Obrador resumió ante el Congreso de la Unión lo que
significaron, de manera resumida, las tres primeras. Apuntó:
“Si definimos en pocas palabras las tres grandes
transformaciones de nuestra historia, podríamos resumir que en la Independencia
se luchó por abolir la esclavitud y alcanzar la soberanía nacional, en la Reforma por el predominio del poder civil y por la restauración de la
República. Y en la Revolución nuestro pueblo y sus extraordinarios dirigentes
lucharon por la justicia y por la democracia. Ahora, nosotros queremos
convertir la honestidad y la fraternidad en forma de vida y de gobierno”.
Como se sabe, la Independencia, o Primera Transformación,
fue encabezada por Hidalgo, la segunda Transformación por Juárez, y la tercera
por Madero. Si revisamos la eficacia (la consecución de los fines) de los tres movimientos,
veremos que entre más consultaban menos fácilmente lograban los objetivos que
perseguían y menos lograban construir un nuevo régimen. Hidalgo en la Primera y
Madero en la Tercera consultaron, dudaron, y fracasaron. Juárez no dudó y no
consultó, y triunfó. Veamos los tres casos:
En lo que se llama Primera Transformación, Hidalgo tuvo el
objetivo de “abolir la esclavitud y alcanzar la soberanía nacional”, en
palabras del presidente López Obrador. No logró Hidalgo ni una ni otra por la
falta de energía al Conducir. Conducir con mayúsculas. Tengo la certeza de que
el mayor momento de duda de Hidalgo fue a fines de octubre del mismo 1810 en
que tuvo inerme a la capital de la Nueva España al frente de quizá cien mil
personas (no podemos decir que soldados) y dudó en invadir la ciudad. No lo
quiso hacer. Esa duda le costó al país once años de una lucha que pudo durar
once días. Consultó, dudó, perdió. Debimos esperar a Iturbide para lograr la
Independencia en 1821.
En la Tercera Transformación, Madero, el campeón
mexicano de la duda, el Hamlet presidencial nuestro que es Madero, dudaba a
cada paso. El presidente nuestro que quizá haya sido el que con la mayor buena
fe ha ejercido la presidencia de la República perdió al dudar y al consultar
cada día. Duró en su cargo un poco más de un año, catorce meses, y fue exterminado
junto con su gobierno por el grupo de Huerta que fue a quien más consultaba en
la crisis de la Ciudadela en febrero de 1913. Madero nombró a Huerta su
consultor más cercano para resolver las operaciones militares sobre los
rebeldes felixistas, y así como consultaba a Huerta consultaba a otros. En diez
días de consultas y dudas (la Decena Trágica) él mismo y su gobierno fueron
exterminados. Dudó, consultó, perdió. Debimos esperar a Carranza para lograr
los objetivos de la Revolución que fueron plasmados en la Constitución de 1917.
Todo lo contrario fue la Segunda Transformación. Juárez
se detenía a consultar muy poco. No lo hizo ni en la guerra civil de Reforma,
la de los Tres Años, que van de 1858 a 1860, ni ante la Intervención y el
Imperio en 1862-1867. En la Guerra de Reforma no se detuvo a consultar si era
bueno o malo abandonar el territorio nacional para salir por el Pacífico y
llegar a Veracruz vía Panamá. Simplemente lo hizo. Juárez no se detuvo a
considerar si era bueno o no poner a dirigir la guerra a un civil, Santos
Degollado, que entraba al campo de batalla con un crucifijo en la mano. Juárez
simplemente lo nombró sin dudar y triunfó. Suspendió en 1865 las elecciones presidenciales a causa de la invasión.
El Poder Legislativo de Juárez fue disuelto en 1862 ante
la múltiple invasión extranjera que impuso a Maximiliano en 1864, y entonces se
quedó el Benemérito como titular único de la soberanía nacional a la cabeza de
una decena de los más obstinados mexicanos que sostendrían la república hasta
el triunfo final sobre Querétaro en junio de 1867. No debimos esperar a nadie
más para lograr lo que Juárez se propuso y logró: separar al poder eclesiástico
del poder político y exterminar a Maximiliano y al Imperio. Lo logró sin
consultar y –efectivamente- construyó un nuevo régimen.
Añado otros casos
ajenos, en general, a alguna de las Transformaciones: Comonfort dudó en
diciembre de 1857 sobre la vigencia de la Constitución que había firmado; dudó
y perdió. Porfirio Díaz se sostuvo en el cargo más de treinta años por dudar
poco, por consultar poco y por “matar en caliente”.
Ahora le toca su turno a lo que se ha denominado la
Cuarta Transformación que se propone separar al poder económico del poder
político y acabar con la “inmunda corrupción pública y privada”. La 4T debe
consultar poco recordando lo que ha ocurrido en las tres Transformaciones
precedentes de las que dos de ellas no lograron construir un nuevo régimen.
Hidalgo, Juárez, Madero, conocieron menos el país que lo que conoce el
presidente López Obrador el suyo; conociéndolo como lo conoce, lleva ventaja
para ejercer el monopolio de la decisión política que le toca como jefe de
Estado, y por eso le votamos. Respetuosamente, presidente, México es un país
con prisa.
Quienes votamos en fila por su opción lo hicimos con la
convicción de que Amlo sabe lo que deseamos después de todos estos años de destrucción,
agresión y pesadilla subrayadas en el plazo PRI 2012-2018. Deseamos justicia y
castigo a los responsables.
Para saber si tengo razón en lo planteado aquí,
apunto un dato y una pregunta. Hubo treinta millones de votos por Amlo y Morena
el primero de julio. ¿Por qué a las recientes consultas sólo asiste un millón?
Twitter @WenceslaoXalapa