Imparable
Wenceslao
Vargas Márquez
Las
encuestas no son pronósticos. Son imágenes o fotografías de un momento. Como en
el cine, si se juntan una tras otra se puede armar una película; esa película
es la tendencia de las preferencias en favor del candidato fulano.
Si una
empresa produce 100 artículos en enero, 110 en febrero, 120 en marzo, dentro de
cierto margen es previsible que produzca 130 en abril.
Igualmente si un
candidato B tiene 30 puntos en enero, 32 en febrero, 34 en marzo, dentro de
cierto margen es previsible esperar que tenga 36 en abril. Si otro candidato A
tiene 20 puntos de preferencia en enero, 21 puntos en febrero, 22 en marzo, es
razonable esperar que tenga 23 en abril, y que para el mes de mayo A no pueda
alcanzar a B. Esto es indiscutible, incontestable con los supuestos anotados.
Es un razonamiento, no un pronóstico. En una encuesta no hay futurismo ni en la pregunta al entrevistado, misma que dice normalmente: "Si las elecciones fueran hoy por quién votaría usted?". No se pregunta a futuro: "¿Por quién votará usted el primero de julio?".
Los
encuestadores y las encuestas toman fotografía del momento y su exactitud y
fidelidad (para reflejar el “verdadero” estado de la cuestión en ese momento)
dependerá de la manera en que contesten los encuestados. El encuestado puede declarar
que votará por X pero en realidad piensa hacerlo por Y, o no votar. Esa declaración
falsa ya no depende del encuestador. Así las cosas, las encuestas estiman (ojo,
estiman, con error) las preferencias electorales de cierto momento y las
exponen al público con números de una manera especial:
Numérika al 30 de mayo |
Los seres humanos
comunes y corrientes podemos decir: la votación del candidato M estará entre 20
y 30 por ciento, y la frase nos queda bastante clara. Los encuestadores no
dicen así. Buscan el punto medio y dicen: la votación del candidato será de 25
puntos con un +/- 5 puntos de error. Es su manera de expresarse.
Si otro
candidato N tiene una votación estimada que esté (según nuestro vocabulario) entre
15 y 25 puntos, los estadísticos dirán que esa votación es de 20±5 puntos. En
este ejemplo M y N comparten una franja en la estimación que es la que va de 20
a 25. M la comparte como su franja inferior y N la comparte como su franja
superior. A la cifra 5 se le llama margen de error y de los candidatos decimos
que están en empate técnico. Hay quien dice que eso no existe porque en las
elecciones nunca hay empate.
Esta afirmación, diría Cantinflas, es producto de
la falta de ignorancia (sic): una cosa es la estimación estadística, con su
error incluido, valorada digamos que en mayo, y otra cosa es la elección
constitucional que se realizará el primero de julio. Efectivamente en esta, en las
urnas, es remoto o casi imposible el empate. Son cosas distintas.
Bloomberg con datos del 27 de mayo. Distancia 25.3 puntos |
¿A
cuántas personas entrevisto para que mi muestra sea representativa y válida
parta inferir sobre la conducta electoral de poco más de 89 millones de
ciudadanos mexicanos? Quien no esté al tanto dirá que necesita entrevistar a dos
o tres millones de personas, o 9 millones (diez por ciento) para obtener una
inferencia válida sobre poco más de 89 millones.
Suena lógico pero no es lo cierto:
sorprendentemente bastan mil o dos mil entrevistas para logra una conclusión
válida y todas las encuestadoras lo hacen así porque con esa cifra es suficiente,
es representativa. Hacer una encuesta entrevistando a cinco mil o diez mil personas
es redundante: no abona a la exactitud.
Un columnista
de un diario nacional (El Financiero Bloomberg), Enrique Quintana, ha dicho
correctamente el 30 de mayo lo siguiente cuando analiza el porqué del rechazo
de algunos a las encuestas. Escribió:
“Y se esgrimen argumentos de todo tipo. Por ejemplo, a muchos se les
olvidan sus clases de estadística y señalan que una muestra de
mil o mil 500 ciudadanos no puede ser representativa”. Por supuesto que es representativa.
Créale el lector no a mí sino a Quintana.
Hasta aquí un repaso sobre ideas básicas del tema como recuerdo de cuando era profesor, antes de que me quitaran mi empleo (ya llevo 16 meses sin sueldo) con la complacencia escrita (acción y omisión) de mi sección sindical en el SNTE, donde con dificultades han ocultado su júbilo.
Hasta aquí un repaso sobre ideas básicas del tema como recuerdo de cuando era profesor, antes de que me quitaran mi empleo (ya llevo 16 meses sin sueldo) con la complacencia escrita (acción y omisión) de mi sección sindical en el SNTE, donde con dificultades han ocultado su júbilo.
Bloomberg con datos del 29 de mayo. Distancia 27.1 |
A pesar de todo este rollo mareador respecto del
ejercicio demoscópico que son las encuestas, en este espacio hemos preferido un
instrumento superior a las encuestas que son las agregadoras, que las ponderan
y las promedian.
De ellas daremos los últimos datos estadísticos que prueban
que Amlo (quien vendrá a Xalapa el martes 5 de junio) seguramente tendrá la
presidencia en la mano. Ya hemos dado, en nota anterior, dos interpretaciones de
la Academia para el temeroso y cauteloso adverbio. Repasemos.
Transcurridos dos de los tres meses de campaña,
según Oraculus las últimas diez
distancias entre Amlo y Anaya en puntos porcentuales al 31 de mayo son: 16, 15,
13, 13, 14, 14, 14, 15, 16 y 17 puntos.
Según Bloomberg las últimas 10 distancias son: 17.5; 15:3; 13.8; 15.7; 18.4; 18;
17.7; 18.4; y violentamente una distancia de 25.3 el 27 de mayo y de 27.1 puntos
el 29 de mayo.
Según Numérika las últimas diez distancias son: 11.5; 12.7; 13;
15.5; 15.7; 14.6; 13.2; 12.8; 12.6; y bruscamente, 19.8; véase que Amlo rápidamente
se aleja de Anaya en los tres escenarios, y faltan sólo 27 días de campaña.
La afirmación de que López Obrador aparece imparable (“no tiene llenadera”) descansa en la evidencia empírica de los números y razonamientos tales como los de los ejemplos que hay al principio de esta nota.
La afirmación de que López Obrador aparece imparable (“no tiene llenadera”) descansa en la evidencia empírica de los números y razonamientos tales como los de los ejemplos que hay al principio de esta nota.
Por supuesto hay algunos que no quieren verlo y
otros que no pueden verlo. Esto últimos me recuerdan a los hombres que
describió García Márquez en 1953. La nota central del cuento parecía mentirosa
y se le echaba la culpa a los periódicos de haberla inventado.
Era el caso de unos
hombres que no podían ver porque los alcaravanes les sacaron los ojos.
Twitter @WenceslaoXalapa