El hombre fuerte en nuestra historia
Wenceslao Vargas
Márquez
La historia
universal está llena de hombres providenciales a quienes la sociedad invoca en
tiempos de crisis, está llena de hombres que de pronto parecen necesarios.
En la antigua
Roma, durante la república, se creó el cargo de la dictadura, que ejercía un
hombre designado para el caso por tiempo limitado y para el único efecto de
sortear la crisis en puerta. Cincinato fue el dictador por antonomasia. Fue
llamado, resolvió, y volvió a su casa a seguir labrando sus campos. En México
el hombre providencial, el hombre fuerte, llena todos los espacios de nuestra
historia. Hacer la biografía política de cinco o seis personas es hacer la
biografía política general de la nación.
Durante el imperio
azteca al emperador, incluso, no se le podía mirar directamente y detentaba un
poder teocrático prácticamente totalitario. La Nueva España era dirigida por
los virreyes con facultades muy verticales. De España nos mandaban uno nuevecito
de cuando en cuando sin enredosos procesos electorales.
Cuando surgió
México a la independencia en 1821 el país se encontró sin rumbo y sin cabeza. En el amanecer de 1822 México halló en la figura de Iturbide al sustituto de
la figura del virrey. A México la urgía un dirigente y lo halló en este hombre,
un sucedáneo de virrey, un urgente virrey vicario que dirigiera a nuestros
tatarabuelos a través de un imperio.
Concluido su mandato antes de un año el
nuevo hombre providencial fue Santa Anna quien dominó la escena nacional desde
1823 y hasta 1855 en que cayó para que surgiera otra recia figura de hombre
fuerte en Juárez, quien gobernó desde 1858 y hasta 1872. En 1855 tuvo México
acaso su único presidente Cincinato en la persona de Juan Álvarez: derribó la
dictadura de Santa Anna, fue presidente menos de tres meses y acto seguido se
fue a Acapulco, a seguir viviendo.
Algunos de
nuestros bisabuelos consideraron que la república federal de Juárez era la
representación orgánica del desorden y llamaron al nuevo hombre árbitro que
creyeron hallar en Maximiliano. La idea conservadora era que un hombre fuerte
dirigiera a todos sin comicios ni urnas, ni INE ni Trife. Lucas Alamán fue el
más notorio defensor de esta tesis.
Antes, a fines de los años treinta del
siglo XIX, habían creado el Supremo Poder Conservador con la misma finalidad: orden
y control constitucional. En este caso una corporación de cinco personas,
árbitros por la vía de la autoridad moral.
Benito Juárez, imagen de Wikimedia. |
En 1876, nacería un
nuevo hombre fuerte en la figura de Porfirio Díaz. Con la revolución ni Madero
ni Carranza lograron afianzarse. Aun así debemos recordar que una buena parte
del discurso de Victoriano Huerta en su gobierno fue que recuperaría el orden
que se había vivido con Díaz. Se asumía como el hombre fuerte del momento.
Debemos llegar al general Calles para encontrar al siguiente árbitro nacional hasta que Cárdenas lo expulsó del país en 1936. No hay de qué preocuparse: así se llevaban.
Debemos llegar al general Calles para encontrar al siguiente árbitro nacional hasta que Cárdenas lo expulsó del país en 1936. No hay de qué preocuparse: así se llevaban.
Con la caída de
Calles nació la siguiente modalidad de hombre fuerte en México: el modelo de
los presidentes nacidos del PRI. No se movía una hoja de algún árbol sin su
permiso. El presidente era el árbitro nacional con una cualidad importante, la de ser desechable al
concluir su sexenio. Frente a un estupefacto Octavio Paz, Vargas Llosa dijo de
ella que era la dictadura perfecta.
La dictadura romana duraba seis meses, la mexicana
seis años. Esta es nuestra lista de hombres fuertes providenciales en México. Biografiar
a ellos es biografiar toda nuestra historia.
Mientras la
Independencia buscaba separar a México de España, mientras la Reforma buscaba
hacer laico al Estado, mientras la Revolución buscó la justicia social mediante
el expediente de derribar a Díaz, el México de hoy no tienen rumbo ni faro.
La
agenda de las reformas estructurales del Pacto por México fue apenas una agenda
administrativa del mercado impuesta a través de representantes que no nos representan, que no representan al pueblo en los que hay más de sesenta millones de pobres y pobres
extremos sin posibilidad de redención o de justicia. Sin ninguna posibilidad.
Plutarco Elías Calles, imagen Wikipedia |
Nuestro ADN político
históricamente ha convivido con la figura del hombre fuerte, providencial, que nace
y renace como el Ave Fénix que describía Plinio: emperadores aztecas, virreyes,
Iturbide, Santa Anna, Maximiliano, Juárez, Díaz, Calles, PRI, son quienes llenan
nuestra historia.
Autodestruido el PRI, que es nuestro más reciente referente,
la sociedad se encuentra momentáneamente a la deriva buscando designar al siguiente hombre fuerte, al
siguiente hombre providencial, que sea el árbitro de nuestras circunstancias
para sobrevivir, para sólo sobrevivir con alguna posibilidad de justicia social. Con datos de hoy del electorado mexicano, radiografiado con
cifras y tendencias, todo indica que ese hombre será López Obrador.
En este
interminable río de siete siglos (desde 1325 en que se fundó Tenochtitlan), le
toca hoy a nuestra generación decidir lo que sigue. Nuestra generación se mira frente al espejo y sabe que ya le toca decidir su momento a como nuestros abuelos decidieron el suyo. Sabe que tiene la
necesidad, otra vez, de un hombre fuerte que corrija los metódicos agravios y
las permanentes injusticias que hemos vivido desde la soberbia del poder
público. A quien firma estos párrafos nos tocó un agravio, una represalia severa, sabemos de lo que hablamos.
Hoy, cinco de cada diez
electores claman por una renovación, igual que nuestros abuelos, bisabuelos y
tatarabuelos clamaron por la intervención de los hombres fuertes, de los hombres necesarios con quienes les
tocó coexistir.
La historia se repite. Dijo Borges, en la parte final de su cuento Emma Zunz, que en realidad sólo cambian la hora, las circunstancias y uno o dos nombres propios.
La historia se repite. Dijo Borges, en la parte final de su cuento Emma Zunz, que en realidad sólo cambian la hora, las circunstancias y uno o dos nombres propios.
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