Construir al enemigo
Wenceslao
Vargas Márquez
¿Por
qué está presionado el abogado Winckler, fiscal de Veracruz, para retirarse del
cargo? Si Veracruz fuese una isla de violencia, asesinatos, secuestros, en una
mar nacional de tranquilidad la respuesta sería que porque no ha hecho su
trabajo, pero la violencia está generalizada. ¿Entonces?
La respuesta es que el
fiscal, quien llegó al cargo bajo un gobierno de signo político distinto, es
visto hoy como el enemigo, y desde el nuevo marco político se trabajará por
expulsarlo por ese motivo. No, no soy panista, trato de explicarme procesos. ¿Por
qué Ángel Bravo no se sostuvo ante el gobierno de Yunes?, ¿por qué Winckler no
se sostiene ante el nuevo gobierno? Las razones son las mismas.
En
notas anteriores he publicado que el tratadista Carl Schmitt explicó que así
como la moral trata de distinguir entre lo bueno y lo malo, la estética entre
lo bello y lo feo, la economía lo útil contra lo dañino, en la ciencia
política, más exactamente en lo político, nos ocupamos de distinguir entre los
conceptos amigo-enemigo. En el contexto político, el enemigo descrito por
Schmitt, el enemigo de la vida pública, es el hostis, el enemigo en lo privado es el inimicus y no importa en esta nota.
Winckler
sería un hostis en el nuevo marco
política nacido de las urnas veracruzanas de julio de 2018, destinado a ser
expulsado a cualquier precio. Luis Ángel Bravo había sido electo por nueve años
para el plazo que arrancó desde enero de 2015 y hasta el 2024 pero renunció
menos de una semana antes de la toma de posesión de Yunes, en noviembre de 2016.
¿En la decisión tuvo que ver su desempeño, bueno, regular o pésimo? No, la
razón es que se convirtió en hostis
en el nuevo marco político nacido en las elecciones que ganó el PAN en ese año.
Se
cambian los nombres y en 2019 se repite con Winckler el esquema amigo-enemigo. Bravo
tuvo cercanía-amistad con el gobernador que lo nombró, Winckler la tuvo con el
suyo y perdió esa relación con el nuevo. El nuevo gobierno buscará a su propio
fiscal bajo el mismo esquema y con cualquier justificación, por ejemplo la de
que la fiscalía perdió eficacia. Supongamos que la persona que releve a
Winckler en 2019 hace un pésimo relevo en su encargo. ¿Será relevado por ese hecho?
No, porque un buen o mal desempeño administrativo no convierte a la persona
física (Bravo, Winckler) en enemigo, sino la variación del contexto.
Las
marchas estudiantiles de 1968 eran perseguidas por el Estado porque sus líderes
eran el hostis del momento; no se
reprimía la marcha en sí sino el signo enemigo de la marcha.
Las marchas
magisteriales de 2013 contra la reforma educativa hizo que los profesores que
participamos en ellas fuésemos un hostis
que había que reprimir a cualquier precio: palizas y ceses, según la prioridad.
Los docentes que no se evaluaron y perdieron su empleo, realmente no fueron
despedidos sino por el hecho de desafiar la ley dictada por el Estado.
Es que
el Estado tiene la facultad de declarar de manera unilateral (soberana) el
esquema amigo-enemigo; ese es su requisito para ser Estado.
La
expulsión a cualquier precio del hostis
se basa en que el hostis es el
enemigo público por definición. En cierto contexto fue Bravo, en el nuevo
contexto ya es Winckler. La actividad del Estado supone la existencia de lo
político, lo político presupone la existencia del esquema amigo-enemigo, supone
la necesidad política de la construcción del enemigo, de un enemigo, de
cualquier enemigo, para que justifique la existencia de lo político. Si no, ¿de
quién nos defiende el Estado?
Umberto Eco escribió hace unos pocos años un
ensayo cuyo nombre dio título a su libro Construir
al enemigo, que trata precisamente de esa necesidad, necesidad a secas,
porque decir ‘necesidad política’ es incurrir en una tautología, en un
pleonasmo. Dicho de otra forma: si un Estado tiene alguna necesidad, esa
necesidad es política. De Schmitt hemos tomado las ideas fundamentales para intentar
un análisis de los casos Bravo y Winckler. De Eco hemos tomado el nombre para
distinguir esta nota.
P.s.-
En la edición 2203 de un semanario nacional fechada el 20 de enero, el autor
Fabrizio Mejía Madrid dice que en ninguna parte de sus Memorias el político Gonzalo N. Santos (PRI, 1897-1978) escribió la
frase que se le atribuye de que la moral es un árbol que da moras.
Mi ejemplar de las Memorias |
El dato no
es correcto: Santos escribió la frase en la página 580 de casi mil que leí hace
algún tiempo buscándola. La página corresponde al capítulo titulado El Alazán Tostado engrosa la caballada,
sección Reingreso al senado. Los capítulos
no están numerados; la edición la firma Grijalbo
en la colección Testimonios.
La frase
completa dice: “Yo no sé qué opinen los moralistas, pero para mí la moral en la
política es un árbol que da moras y además sé que el político debe vivir de la
política y asignarse sus emolumentos según la fuerza de que disponga, pues
entre más grande es su poder, más grandes son sus compromisos y
responsabilidades”.
Esta filosofía del servicio público hizo que la dictadura
perfecta salida de su partido colapsara frente a las urnas del primero de
julio.
Twitter @WenceslaoXalapa