domingo, 20 de enero de 2019

Construir al enemigo


Construir al enemigo
Wenceslao Vargas Márquez

¿Por qué está presionado el abogado Winckler, fiscal de Veracruz, para retirarse del cargo? Si Veracruz fuese una isla de violencia, asesinatos, secuestros, en una mar nacional de tranquilidad la respuesta sería que porque no ha hecho su trabajo, pero la violencia está generalizada. ¿Entonces? 

La respuesta es que el fiscal, quien llegó al cargo bajo un gobierno de signo político distinto, es visto hoy como el enemigo, y desde el nuevo marco político se trabajará por expulsarlo por ese motivo. No, no soy panista, trato de explicarme procesos. ¿Por qué Ángel Bravo no se sostuvo ante el gobierno de Yunes?, ¿por qué Winckler no se sostiene ante el nuevo gobierno? Las razones son las mismas.

En notas anteriores he publicado que el tratadista Carl Schmitt explicó que así como la moral trata de distinguir entre lo bueno y lo malo, la estética entre lo bello y lo feo, la economía lo útil contra lo dañino, en la ciencia política, más exactamente en lo político, nos ocupamos de distinguir entre los conceptos amigo-enemigo. En el contexto político, el enemigo descrito por Schmitt, el enemigo de la vida pública, es el hostis, el enemigo en lo privado es el inimicus y no importa en esta nota.

Winckler sería un hostis en el nuevo marco política nacido de las urnas veracruzanas de julio de 2018, destinado a ser expulsado a cualquier precio. Luis Ángel Bravo había sido electo por nueve años para el plazo que arrancó desde enero de 2015 y hasta el 2024 pero renunció menos de una semana antes de la toma de posesión de Yunes, en noviembre de 2016. ¿En la decisión tuvo que ver su desempeño, bueno, regular o pésimo? No, la razón es que se convirtió en hostis en el nuevo marco político nacido en las elecciones que ganó el PAN en ese año.

Se cambian los nombres y en 2019 se repite con Winckler el esquema amigo-enemigo. Bravo tuvo cercanía-amistad con el gobernador que lo nombró, Winckler la tuvo con el suyo y perdió esa relación con el nuevo. El nuevo gobierno buscará a su propio fiscal bajo el mismo esquema y con cualquier justificación, por ejemplo la de que la fiscalía perdió eficacia. Supongamos que la persona que releve a Winckler en 2019 hace un pésimo relevo en su encargo. ¿Será relevado por ese hecho? No, porque un buen o mal desempeño administrativo no convierte a la persona física (Bravo, Winckler) en enemigo, sino la variación del contexto. 

Las marchas estudiantiles de 1968 eran perseguidas por el Estado porque sus líderes eran el hostis del momento; no se reprimía la marcha en sí sino el signo enemigo de la marcha. 

Las marchas magisteriales de 2013 contra la reforma educativa hizo que los profesores que participamos en ellas fuésemos un hostis que había que reprimir a cualquier precio: palizas y ceses, según la prioridad. 

Los docentes que no se evaluaron y perdieron su empleo, realmente no fueron despedidos sino por el hecho de desafiar la ley dictada por el Estado

Es que el Estado tiene la facultad de declarar de manera unilateral (soberana) el esquema amigo-enemigo; ese es su requisito para ser Estado.

La expulsión a cualquier precio del hostis se basa en que el hostis es el enemigo público por definición. En cierto contexto fue Bravo, en el nuevo contexto ya es Winckler. La actividad del Estado supone la existencia de lo político, lo político presupone la existencia del esquema amigo-enemigo, supone la necesidad política de la construcción del enemigo, de un enemigo, de cualquier enemigo, para que justifique la existencia de lo político. Si no, ¿de quién nos defiende el Estado? 

Umberto Eco escribió hace unos pocos años un ensayo cuyo nombre dio título a su libro Construir al enemigo, que trata precisamente de esa necesidad, necesidad a secas, porque decir ‘necesidad política’ es incurrir en una tautología, en un pleonasmo. Dicho de otra forma: si un Estado tiene alguna necesidad, esa necesidad es política. De Schmitt hemos tomado las ideas fundamentales para intentar un análisis de los casos Bravo y Winckler. De Eco hemos tomado el nombre para distinguir esta nota.

P.s.- En la edición 2203 de un semanario nacional fechada el 20 de enero, el autor Fabrizio Mejía Madrid dice que en ninguna parte de sus Memorias el político Gonzalo N. Santos (PRI, 1897-1978) escribió la frase que se le atribuye de que la moral es un árbol que da moras. 

Mi ejemplar de las Memorias

El dato no es correcto: Santos escribió la frase en la página 580 de casi mil que leí hace algún tiempo buscándola. La página corresponde al capítulo titulado El Alazán Tostado engrosa la caballada, sección Reingreso al senado. Los capítulos no están numerados; la edición la firma Grijalbo en la colección Testimonios

La frase completa dice: “Yo no sé qué opinen los moralistas, pero para mí la moral en la política es un árbol que da moras y además sé que el político debe vivir de la política y asignarse sus emolumentos según la fuerza de que disponga, pues entre más grande es su poder, más grandes son sus compromisos y responsabilidades”

Esta filosofía del servicio público hizo que la dictadura perfecta salida de su partido colapsara frente a las urnas del primero de julio.       
          Twitter @WenceslaoXalapa